NUESTRO PENSAMIENTO

 

1. «Santidad en el Tercer Milenio» (SANTERMIL): creemos que el tercer milenio debiera ser el tiempo histórico donde  finalmente la humanidad experimente la santidad en Cristo desde una fe madura y libre. Es decir, sin imposición ni violencia, sino en puro amor transformador entre cada alma y el Hijo de Dios que hace nuevas todas las cosas (incluyendo cada corazón humano, sea cual sea su propia historia). Un nuevo tiempo donde se descubra el verdadero poder y alcance de la propuesta de vida y amor a la que nos invita Cristo

2. «Santidad como experiencia de Amor»: creemos que la santidad es fundamentalmente AMOR. Pero no cualquier amor ni uno semejante al que experimentamos entre personas (no siempre sanos). Sino el amor entre una gota y el océano. Un amor entre nuestra alma y un ser vivo y que a su vez es Dios -creador de todo- y que siendo la fuente misma de amor, nos propone una relación personal capaz de hacernos felices. Logrando así la mejor versión de nosotros mismos y de nuestra capacidad de amar y ser amados por los demás.

3. «Santidad como camino de felicidad»: creemos que nuestra propia felicidad es directamente proporcional a nuestra cercanía a Cristo. A mayor cercanía mayor felicidad (y viceversa). Entendiendo por cercanía: conocer, amar y experimentar todo el amor que Cristo nos tiene y vivir en congruencia con eso. Formando y alimentándonos sacramentalmente según las enseñanzas de la Iglesia que Él mismo nos dejó y obteniendo toda la gracia divina -como alimento esencial -que cada sacramento puede darnos. La felicidad no es algo mágico o automático, sino consecuencia de un camino a recorrer.

4. «Santidad como algo alcanzable»: creemos que toda persona -sin distinción alguna- está llamada a recibir lo mejor para ella. Si la santidad no fuese alcanzable para todos, no tendría sentido ocuparse de ella; o la misma quedaría relegada a la idea de imposibles junto a muchas otras realidades de nuestras vidas (como ocurre generalmente). De ahí la importancia de descubrir que resulta alcanzable. Urge bajarla del pedestal al que la elevó una forma de catequesis  -inalcanzable, lejana- y devolverla a la posibilidad concreta y real de ser vivida y gozada en el entorno que nos toca vivir (sea cual fuere). Toda persona es un santo en potencia!

5. «Santidad como construcción cotidiana»: creemos que la propia santidad -como nuestra felicidad- se construye día a día. No es mágica, ni depende de la suerte o el azar. La santidad es una consecuencia, una especie de cosecha que se vale de todo lo sembrado (bueno y no tanto). Pero esa cosecha no nos pertenece, sino sólo la siembra y el cuidado del cultivo. Todo lo que uno es como persona, es el resultado de lo que cada día fue otorgando a su ser. Con nuestra espiritualidad sucede lo mismo: tendrá mayor riqueza y nos será de mayor provecho en la medida que su construcción diaria así lo defina. Cada acción, cada pensamiento, palabra u omisión cuenta. Cada día es un milagro y un regalo a la vez! Es una nueva oportunidad de ser cada vez más santos amando y siendo amados según Cristo.